domingo, 10 de diciembre de 2017

Shuarma o el equilibrio posible

Foto: @zuhmalheur
Cercano, cortés, amable, íntimo. Tanto Shuarma en su post concierto como el propio show en sí fueron así. El front man de Elefantes pasó por El Pelícano de Cádiz para ofrecernos su otro yo, su cara más desnuda en formato acústico y para ello eligió temas de su carrera en solitario y algunos préstamos de canciones que han significado grandes cosas para él... y también para nosotros.

Abriendo el Festival de Música Española de Cádiz, Shuarma se presentó escaso de equipaje (sus guitarras y un buen surtido de canciones) bajo la bóveda de la sala gaditana para hablarnos quedo, a media voz, pero con grandes dosis de emoción y a veces hasta de dramatismo, que para eso él tiene de sobra. Descubrió para quien no las conociera un ramillete de canciones de su corta pero intensa carrera en solitario pero comenzó su concierto gaditano con una aproximación a Moon River, el temazo de Henry Mancini que inmortalizó Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes. Despegamos con La única opción, canción con la que se nos alumbró el marcado sentido acústico y poético de un artista rico en matices, lleno de estratos y polivalente. Le conocemos dándolo todo ante grandes audiencias, pero Shuarma se metamorfosea en un artista que sabe pisar el formato acústico para ofrecernos perlas llenas de lirismo. Hay que descubrir su discografía para poder auscultar la apuesta por el amor y el desamor, por la permanente búsqueda de la felicidad, por el perfecto conocimiento de estados de ánimo en ebullición que Shuarma plantea en cada disco, en cada canción.

En un concierto muy uniforme, sin grandes alharacas, sin demasiados aspavientos y sin alardes de ningún tipo, Shuarma quiso pasar la noche bajo la luna gaditana contando historias de cada número musical, con momentos de gran emoción cuando revisita temas de amigos como Julio Numhauser (autor de Todo cambia), Antonio Vega o Bowie y alternando con aproximaciones a su personalísima trayectoria. Las versiones de Shuarma son suyas, propias, diferentes, personales. Son las características que debe tener una buena cover, porque si suenan igual que las originales, ¿para qué quedarse con la copia?

De su propia cosecha, resonaron plenas de contundencia canciones como , Rompe el espejo, Virgen de Guadalupe o Lo que queramos creer para ir acabando con Otra ráfaga de luz, que sonó apabullante a la guitarra. Pruebas fehacientes de que aunque corta, la carrera de Shuarma se aleja de convencionalismos y de territorios fáciles sobre los que transitar. Hay riesgo, hay compromiso con sus sones. Sones que nos aproximan a una persona que nos regaló un par de horas de su vida para que encontráramos el equilibrio posible. Alguien que nos ofertó un puñado de temas en los que encontramos confort, refugio, paz. Nada más que eso, amigos.

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