martes, 31 de octubre de 2017

Mujeres de palabras tomar

Me hubiese encantado tomarme una cerveza con Aristófanes o una retsina o un hidromiel o lo que sea que bebieran en la Grecia de hace unos 25 siglos. Tomarme un algo con el gran comediógrafo porque aparte de ser un cachondo, seguro que tendría mucho que compartir sobre filosofía, política, el estado de la vida en general y el teatro. Y esas son cosas de las que me gusta debatir. Pero como por desgracia no tengo una máquina del tiempo a mano para poderme ir a conocerlo, al menos me conformo con ver sus obras sobre el escenario. Y ya si es un montaje del Taller de Teatro Grecolatino de Taetro, el aliciente es aún mayor.

No voy a descubrir aquí las bondades que emanan de este taller formado por chavales de instituto que se involucran al máximo en levantar un texto que en principio, les es ajeno por completo. No es su lenguaje, no es su léxico, es totalmente lejano temporalmente hablando, pero la moral que en esos añejos escritos está presente es de andar por casa. Por eso los clásicos aún funcionan y por eso, siguen estando totalmente vigentes, mal que les pese a algunos.

Los integrantes del Taller de Teatro Grecolatino dejaron atrás las locas comedias plautinas de anteriores años para meterse en las honduras a las que Aristófanes somete a la dramaturgia. Comedia pura. Sofisticada a ratos, dicharachera en otros, siempre punzante. Con Las Tesmoforias (su estreno de este 2017), los chicos del taller además se apuntaron a hablar de igualdad de género, del papel de la mujer en la sociedad, de travestismo y transexualidad, del poder de la literatura para cambiar el mundo y de muchas más cosas con el marchamo humorístico del comediógrafo ateniense. Aristófanes usa este texto para desmontar y atacar a su más acérrimo rival, el poeta trágico Eurípides, que siempre caracterizaba a las mujeres en sus obras de locas, histéricas y origen de todos los males de la sociedad del momento. La comedia arroja luz sobre el decisivo papel femenino en la Grecia clásica y lo hace mediante la sonora crítica de la obra de Eurípides, el ataque más despiadado y mordaz a sus textos y poniendo en marcha la maquinaria cómica propia del opus de Aristófanes.

Sobre el escenario, el montaje de los chicos del Taller de Teatro Grecolatino hizo honores al texto de partida. Una adaptación del original portentosa que solventó los problemas de entendimiento que pudieran surgir entre el personal asistente al Teatro Moderno de Chiclana y que ayudó a una puesta en escena dinámica, sorprendente por briosa y que supo intercalar los momentos más cómicos con los que exigían una pausa para dejar en el aire el mensaje de fondo de Las Tesmoforias, esa asamblea de mujeres en la que se juzga el papel de Eurípides como "enemigo" del papel de la mujer en la sociedad. Los integrantes del Taller de Teatro Grecolatino (todos los años va cambiando el plantel en mayor o menor medida), trabajaron desde el texto hasta el vestuario, pasando por la escenografía y las partes musicales, que también las hubo. Los coordinadores son meros conductores, nunca protagonistas, a diferencia de otras propuestas que pretenden ser similares.

Las caras de satisfacción al terminar la función demuestran que Aristófanes venció. Que la comedia gana, que el teatro triunfa, que este taller de chavales es un puro tesoro y que el púlpito de oradores, coto vedado a los hombres, pertenece a esas mujeres de palabras tomar que poblaron el glorioso montaje de Las Tesmoforias trabajado por ese Taller de Teatro Grecolatino que no podemos perder.


Foto: @zuhmalheur



lunes, 30 de octubre de 2017

Oro, incienso y Scalextric

Llegó el rey Melchor a depositar a los pies del pesebre oro, regalo propio de la realeza con el que se honra a quien soñará algún día con poseer la grandeza del poderoso...

Oro puro en forma de humor. ¿Qué más quieren ustedes? En tiempos de zozobra, tiempos tenebrosos en los que vivimos, refugiémonos en dos cosas fundamentales: el pecado (capital, venial o lo que ustedes quieran) y la risa, antídoto felicísimo para la idiocia que hoy campa a sus anchas por este mundo que Dios padre ha dejado como un secarral. Oro puro lo que nos regaló Manu Sánchez con El último santo, la transfiguración del cuerpo del hombre en actor, en dominador de la escena y de los tempos narrativos. El que obró el milagro de convertir un monólogo en una inteligente sátira de la religión, de la fe ciega y de todo lo malo (es que tenemos mucho, oiga) que tiene el ser humano en su discurrir por este planeta. Oro puro el de un humorista, un payaso que desde el minuto uno sabe cómo meterse al respetable en el bolsillo a base de carisma a raudales, interacción y empatía. Manu sabe qué es lo que le gusta al público y lo da en cantidades industriales. ¡Que no se cansa el tío! ¡Dos horas y cuarto encima del escenario! Y ni un gallo le salió al malaje. Qué asco, qué envidia (sana) le tengo. Ora pro nobis.


En esas estábamos cuando vimos aparecer al segundo de los magos procedente de Oriente. La barba roja y rala nos hizo adivinar que se trataba del bueno de Gaspar, que vino a ofrecer al niño una cantidad interesante de incienso, esencia que denota majestuosidad...

Grande y majestuoso en todos los sentidos fue el espectáculo que nos mostró Manu Sánchez en el Teatro Moderno de Chiclana. Su sentido del espectáculo denota un conocimiento especial de lo que un montaje de estas características tiene que mostrar. Su presencia única en escena hace que la música, la iluminación, la ambientación, tengan que arropar al artista. Pero háganme caso, Sánchez ha demostrado en sobradas ocasiones que a pelo es un comunicador bestial, un tipo que tira por atajos para conseguir su objetivo: la risa. Y lo consigue con un humor fácil -que no facilón-, subyugante porque todos caemos en la cuenta que la diatriba de Manu es conocida pero nos encanta vernos reflejados en esos espejos deformados que el artista sevillano nos pone delante nuestra. Y dentro de ese humor, se va destilando la crítica, atemperada y de bajo nivel en algunos momentos, provocativa en otros, siempre necesaria. En el ambiente huele a esencias, huele a incienso, como en una mañana fresquita de Domingo de Ramos, pero sin capillitas por la calle que a veces son mu pesaos. El señor es mi pastor, nada me falta.

Se nos estaba haciendo ya tarde (y estábamos sin comer ni ná), cuando se nos presentó ante nosotros el magnánimo Baltasar, venido de lejanas tierras africanas... aunque el pobre dio un rodeito bueno. Se postró ante la criatura y dejó colocado a sus pies... mirra no, ¡un Scalextric! Como bien diría la madre de Brian (en La vida de Brian, claro): ¿Eso de la mirra qué es?...

Aún no sabemos qué es la mirra pero sí qué es un Scalextric. Y ciertamente, para la diversión de chicos y grandes, jugar con un circuito de carreras es mejor. Por un circuito sinuoso, furibundo, con más ritmo que el Sarandonga de Lolita nos llevó Manu Sánchez en El último santo. Una obra impecable desde el punto de vista narrativo aunque hay que decir una verdad sagrada: Manu lo tiene fácil. Las religiones, en especial el cristianismo, ya te da los guiones escritos y luego el humorista puede escoger donde quiera para poder hacer el humor y a través de él, provocar la risa en el público. En este montaje, los tópicos no suenan rancios, porque al costumbrismo, Manu Sánchez sabe sumar un magnifico conocimiento del material de partida. Creo sinceramente que nadie puede sentirse ofendido (hablo de los creyentes) con una obra así, pero ¿no es el humor una obra divina? ¿No está hecho el humor para poder subvertir el orden imperante y criticarlo? No reirse es pecado, pero de los malos. Pero aún vendrá algún demonio que quiera buscarle tres pies al gato y criticar a El último santo como una obra ofensiva. Pobres diablos. ¡Ay Manu! ¿Por qué nos has abandonado?

Oro, incienso y un Scalextric se llevó el niño, que más contento que unas pascuas, nunca supo lo que el ser humano (el verdadero demonio de este mundo) le tenía reservado. Cruel destino, pero ante ello y antes de que llegue el tan anhelado Apocalipsis, riámonos joé, que de momento es gratis. ¡Qué barbaridad chiquillo!

Foto: @zuhmalheur



miércoles, 18 de octubre de 2017

El chaval tiene razón

"Los espíritus mediocres suelen condenar todo aquello que está fuera de su alcance".
 
François de la Rochefoucauld... Que por si ustedes no lo saben fue un político, aristócrata y militar francés del siglo XVII. Y tenía más razón que un santo, el condenao...



lunes, 9 de octubre de 2017

Momentacos VII

-¿Y de dónde coño eres, recluta?
-Señor, de Texas, señor.
-¡No me jodas! En Texas solo hay vacas y maricones, recluta Cowboy, y tú no te pareces mucho a una vaca, así que ya sabemos lo que eres. ¿Te gusta mamar pollas?
-¡Señor, no, señor!
-¿No te tragas los rabos?
-¡Señor, no, señor!
-Tú debes de ser de esos tipos desagradecidos, que cuando están dando por el culo no tienen ni el detalle de hacerle una paja al otro. ¡No te perderé de vista!

El sargento de artillería Hartman es un hombre recto. Y quiere que sus chicos no se salgan del camino del bien.


La chaqueta metálica (Full metal jacket, 1987). Director: Stanley Kubrick. Interpretada entre por Matthew Modine, Vincent D'Onofrio y R. Lee Ermey, entre otros.



viernes, 6 de octubre de 2017

Tres canciones contra la sinrazón (y III)

David, Stephen, Graham, Neil... DSGN/CSNY







jueves, 5 de octubre de 2017

Tres canciones contra la sinrazón (II)

Javier, gracias. Felicidades, Javier.





miércoles, 4 de octubre de 2017

Tres canciones contra la sinrazón (I)

No van de nada en concreto. Es música bonita, sensible, con piel (como diría Floriano). Tres canciones para momentos de rabia y desesperanza... en todos los ámbitos.

Soleá...





Gracias a Violeta Parra

Por darnos la vida. Por su música.


Ella cumpliría hoy 100 años, pero suena como si tuviera 17.



lunes, 2 de octubre de 2017

No todo va a ser follar

Porque Rajoy y Puigdemont tendrán que hablar... No todo va a ser follar.