martes, 4 de julio de 2017

El gran escenario de Paula Gómez

Los cuatro estaban nerviosos. Entre la humareda del local y el "calor" humano rebosante de sudor y cerveza, los chicos comenzaron a tocar. Es imposible que alguno de los asistentes a aquel concierto medio improvisado de esos jóvenes pensara que algún día serían más grandes que Jesucristo... Pero no lo sé. No estaba en The Cavern de Liverpool allá por 1960, pero estoy completamente seguro que ninguno de los presentes en aquel primer concierto de The Beatles daba un chelín por aquellos greñudos.


A veces uno tiene la sensación de ver grandes estrellas en pequeños escenarios y con exiguas concurrencias. Después de muchos conciertos y actuaciones, creo que el sentido para identificar la calidad se me ha agudizado y en cierto modo, sé discernir lo que es bueno de lo que es una mediocridad. Y desde la primera vez que oí sobre un escenario a Paula Gómez, supe que ahí teníamos a una estrella. Las razones eran variadas: no es que fuera la protagonista de una revolución musical (tampoco estoy de acuerdo en que hayan existido, creo más en la simple evolución) ni que presentara ante el público algo que no hubiésemos visto antes. Pero Paula sabe mimar su producto. Sabe cómo ofrecértelo. Sabe sacarle partido a sus dos principales cualidades como músico: su pulso compositivo y su voz llena de recovecos sonoros. Cuando la maquinaria de Paula Gómez echa a andar es cuando nos damos cuenta que la estrella está ahí, ante nosotros.

El fulgor de esta estrella llegó hace unos días a un escenario curioso: un antiguo molino de mareas del siglo XIX localizado en el Caño de Zaporito de San Fernando. Ahora reutilizado como centro cultural, las piedras de este edificio histórico fueron testigos de una gran noche de Paula Gómez. A puntito de sacar nuevo disco, la chiclanera funcionó en modo acústico con un surtido de canciones que rayan en el intimismo y pellizcando en el blues, el soul y el pop, terrenos perfectamente abonados para la voz amplia y torrencial de Paula. Una cualidad vocal que la cantante ha sabido domar, modular, hasta el punto que es su gran seña de identidad.

Como soy fan de Paula, poco malo puedo decir. Sabe componer música y letra. Ahí están absolutos temazos como Go away, Pequeño escenario (delicadeza arrasadora), In a moment o For the music. Aunque el concierto rozó cotas de lirismo inimaginable con mi canción preferida de su repertorio: Lies. Escuchen este tema (lo pueden encontrar en Música para berenjenas, nuestra playlist de Spotify) y verán que no exagero cuando digo que cualquier estrella daría lo que fuera por componer ese auténtico diamante. Y ahora sí, la crítica negativa, que no lo es tanta. Paula sabe mover al personal. Ella misma tiene ganas de juerga sobre el escenario porque tiene una gran conexión con el público. Pero para ello necesita más temas que abandonen los medios tiempos y la balada para centrarse en canciones con más marcha. Sabe hacerlo: Easy o For the music son dos ejemplos, donde se la ve cómoda y encantada de azuzar al personal con dosis de vitalidad. Ya ven qué crítica... El resto del recital en el Zaporito fue una muestra de que queremos más de Paula Gómez. Ella ya está preparada para dar un paso adelante en una carrera segura y bien pensada. Así se construyen las estrellas. Así queremos disfrutarla.

Cuando alzamos la mirada y vemos en el firmamento una estrella, la disfrutamos tal cual es. Sin embargo, cuando dejamos de observarla, esa estrella sigue siendo lo que es. A Paula Gómez le pasa lo mismo. Es estrella, aunque muchos no la observen lo suficiente.

Fotos: @zuhmalheur

No hay comentarios: