lunes, 1 de agosto de 2016

Pulgares arriba

Vinila von Bismark (Foto: Zúh Malheur).
El público jaleaba, el calor arreciaba a medias provocado por el bochorno propio de las noches estivales y la excitación que emanaba de la actuación, las gargantas aullaban a la luz del cuarto menguante de la luna gaditana y Loquillo, el gladiador victorioso de tantos combates, el insobornable inspirador del rock nacional, remataba la faena con el pulgar hacia arriba, mostrándoselo al público que cantaba, que bailaba, que cabalgaba sobre cada alarido del Loco, como muestra de aprobación por comprometerse una noche más con lo más sublime del rock. Puro aquelarre a mayor gloria del sonido del barcelonés.

El fastuoso concierto de Loquillo fue el paradigma de esta nueva edición del No Sin Música Festival, una gozosa celebración de cómo deben hacerse las cosas. Si ya el año pasado fue un acierto la mudanza al Muelle de Cádiz, este año se ha mejorado en organización, en coordinación y en ubicación del Local Stage, uno de los puntos a mejorar de la edición pasada. Por allí pasaron bandas que han dejado un grato recuerdo y una senda que habrá que seguir y sin querer menospreciar a nadie, puesto que la calidad ha sido la tónica generalizada en este escenario, los directos de Julio Cable, Turmalina y Smokers Die Young pusieron al público con ese necesario nivel de excitación que encaminan hacia emociones, aún si cabe, más fuertes.


Arriba, Izal. Abajo, pose Johnny Cash de uno de los
guitarristas de Loquillo (Fotos: Zúh Malheur).

Emociones que llegaron desde el escenario principal con tres días fastuosos. Sí, tres, porque el inicial (con entrada gratuita), fue un aperitivo de confirmaciones y que dejó la sensación de que no desentonaría para nada con los supuestos platos fuertes de viernes y sábado. Sobre todo con una Vinila von Bismark sobrenatural, hiperactiva, soberbia en su dominio del escenario y pletórica en su comunión con las esencias puras del rock. Con una banda potente y amante de los sonidos americanos, la gran Vinila se metió al público desde primera hora con su descaro y su teatralidad. Puro oro sobre las tablas y un concierto que supo a tan poco. Ya desde aquí proponemos a la organización que debería repescarla para el próximo año. El aliño en forma de fiesta y sonidos bailongos vino de la mano de Los Vivos, La F.R.A.C., Lollypop o Ley Dj.

El fresco del viernes vino bien para una maratoniana jornada nacida bajo el signo del pop, aunque la jornada tuvo sus altibajos a pesar de contar con pesos pesados como Izal o Love of Lesbian, fulgurantes e intensos los primeros y un tanto monótonos los catalanes. Eso sí, ambos conciertos rayaron a gran altura aunque los de Santi Balmes quizás fueron con el piloto automático y dejaron extraviado del set list algunos clásicos imperecederos y muy esperados por el público. Pero claro, el formato festival tampoco da para muchos bises. Aún así fueron conciertos que tomaron el relevo del show de Vetusta Morla del año pasado. Modelo de Respuesta Polar, aportando su lirismo aunque quizás también cayendo en cierta monotonía y Second, con un directo rotundo, fueron escoltas de campanillas para una noche de triunfo de los sonidos más poperos y típicamente festivaleros.

Shuarma, de Elefantes (Foto: Zúh Malheur).
Y del pop al rock. El rock de mensaje, el fronterizo, el punzante. El rock que lo mismo te habla de amor que busca el compromiso militante. G.A.S. Drummers telonearon una noche de órdago, con la que el No Sin Música se reveló como uno de los festivales más rutilantes del verano porque ha conseguido el equilibrio y la virtud. Y lo ha obtenido gracias a conciertos potentísimos de Elefantes, que repetían y venían a presentar su último trabajo y que confirmaron las buenas sensaciones que dejaron el año pasado. Los chicos de Shuarma son animales escénicos y son dignos herederos de la larga y fantástica tradición de los grandes de la música ligera en español: Raphael, la Jurado e incluso Perales, del que hicieron una excelsa versión de su Te quiero.

Lo de Bunbury no tiene ya calificativos porque sabemos que nos puede ofrecer. Podemos alegrarnos de que empiece a cantar temas de Héroes junto a sus Santos Inocentes, temas a los que da una interesante vuelta de tuerca para hacerlos más del sonido bunburiano y menos de Héroes, aunque ya de por si son temas universales. Su directo es potente, vibrante, orgásmico y épico y realmente se hizo corto, muy corto. Su show fue todo un ejemplo de lo que debe ser un directo festivalero... y dejó satisfecho al público entregado con la pasión del aragonés errante.

Bunbury, sentando cátedra (Foto: Zúh Malheur).
Y los pulgares arriba de Loquillo. De él hacia nosotros y de nosotros hacia él porque lo dio todo con una banda interesantísima de escuchar que le acompaña en esta gira. Dos partes en un concierto monstruoso del barcelonés: la primera con temas más nuevos y un matiz radicalmente político y militante, mientras que en la segunda se adentró en su historia musical para cogerlos de la mano con temazos como Cadillac solitario o Feo, fuerte y formal. Mención aparte a La mataré. El Loco la ha vuelto a retomar, superada la frontera de la autocensura, para trazarnos un retrato contra cualquier tipo de violencias a ritmo de rock. Sonó íntima, gloriosa y adictiva. Molotov pusieron el fin de fiesta con su síntesis de sonidos fronterizos.

Y no podemos obviar el último gran acierto del festival. El Off No Sin Música, con escenarios repartidos en recovecos de la ciudad que llevaron la música de bandas jóvenes y emergentes al público que cada verano puebla las calles de la capital. Fantástica iniciativa, que agranda el festival, que hace de Cádiz una gran pasarela de talento y de pasión por la música. Así, sí que sí nos sentimos orgullosos de tener un festival como este al que le deseamos larga vida... y que nosotros lo veamos. Levantamos nuestro pulgar por el No Sin Música. El festival de Cádiz.

Loquillo (Foto: Zúh Malheur).