martes, 3 de mayo de 2016

Intruso

Soy periodista. Entre las muchas cosas que he hecho en mi vida laboral, la de periodista es de la que me siento más orgulloso. Les voy a contar una historia.

Verán. Trabajaba en Albacete para un periódico de ámbito provincial y lo hacía muy a gusto, la verdad. Antes de que me echaran para poner en mi puesto a la redactora que se estaba beneficiando al que por entonces era director de la publicación (sí, es bastante triste, qué quieren que les diga), yo me encargaba de varias cosas. Primero fui el jefe de Suplementos y Especiales y me lo pasé muy bien. Luego añadí a esa labor la de jefe de Local y también me lo pasé pipa a pesar de la cantidad de mierda que tuve que tragar (esas maravillosas reuniones mañaneras con el susodicho director) para que mis redactores no se llevaran el disgusto de cada día. Y no es que hiciéramos las cosas mal, que no. Todo lo contrario, pero es que allí era norma de la casa echar la bronca al trabajador para tapar la inoperancia propia.

Que me disperso. El caso es que otra de las atribuciones que acogí de buen grado (y sin cobrarlo) fue la de formador de los redactores que llegaban a la empresa. Gentes con su título de licenciado bajo el brazo pero que se tenían que enfrentar a algo que no habían vivido en las aulas: una redacción. Porque en las facultades de Periodismo o de Ciencias de la Información (o como quieran llamarle), les enseñaban la cara afable de este trabajo. La importancia del Cuarto Poder, la integridad y la libertad del periodista, el gran papel social que juegan los medios, blablabla... Y terminaban poniendo a los alumnos Todos los hombres del presidente como ejemplo de qué era el periodismo de verdad. O sea, el periodismo que nunca se van a encontrar en una redacción de un periódico de Albacete. En serio, deberían repensarse qué materias dan en Periodismo porque sirve de bien poco en la rutina diaria de un periódico, tele o radio.

Ahora les cuento una anécdota que me ocurrió con una de estas redactoras a la que tuve el honor de "formar" (buena trabajadora y buena amiga, por lo demás). Tras llevar varios meses en la redacción, un día estuve explicándole no sé qué cosa a cuenta de la importancia de conformar un buen titular para dejar en segundo plano el subtítulo con algún detalle que enriquezca a la información principal. Y en ese momento, me preguntó en qué facultad había estudiado yo. Viendo por dónde iban los tiros le dije que Cádiz a lo que ella, sorprendida, me espetó que en Cádiz no había facultad de Periodismo. Yo me volví a mi mesa respondiéndole que yo no le había dicho que había estudiado Periodismo...

El caso es que al parecer la tuve engañada unos cuantos meses creyendo que yo sí había estudiado Periodismo. Como bien indican los colegios profesionales del ramo es lo que debe hacer todo buen periodista y quien no lo haya hecho, es un intruso. No merece llamarse periodista, informador, plumilla, gacetillero, reportero, investigador... Es un puto intruso que no merece trabajar en esto y menos con lo mal que ha tratado la crisis al sector. Es cierto. Soy un intruso y lo acepto...

Lo que no acepto es que los colegios profesionales sean unos "racistas" al aceptar entre sus miembros solo a los que hayan estudiado la carrera. Es decir, pueden aceptar a alguien que no haya trabajado nunca en una redacción, que no se haya pateado las calles, que no haya seguido una noticia hasta la extenuación, que no haya recibido insultos de ciertos políticos, que no se haya matado por este trabajo, pero que sí a aquel que haya aprobado con un Suficiente los estudios conducentes a obtener un título que tienen colgado en el salón de su casa.

Lo que no acepto es que los colegios profesionales "obliguen" a las administraciones públicas a contratar a periodistas de carrera aunque estos cometan barbaridades en su día a día tales como esta y se queden tan panchos. "Da igual, aunque se redacte mal una nota de prensa, la ha redactado un periodista de carrera". Flaco favor a una profesión donde algunos de sus más brillantes ejemplos, no han pisado nunca los pasillos de esas facultades.

Lo que no acepto es que cuando el periodismo está muriendo a base de empresarios sin escrúpulos, periodistas mal formados, falta de libertad, escasez de medios y community managers, los colegios profesionales no se dediquen a poner las bases de un periodismo de futuro y sí a meterse en imbecilidades como en decirle a una persona a quién tienen que contratar.

Soy un intruso, lo sé. Lo siento, pero en el Día de la Libertad de Prensa, déjenme decir libremente que lo soy con mucho orgullo porque amo más que nadie el arte de informar a la gente. Y eso, no hay colegio profesional que me lo pueda quitar.

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