jueves, 12 de marzo de 2015

In hac lachrimarum valle

¿Por qué me dejaste triste y solo en este valle de lágrimas?, clama Pleberio, el padre de Melibea ante el cuerpo de su hija, que siguió el mismo funesto fin que el de su amado Calisto. Y todo por seguir los consejos de la puta vieja Celestina... Quiera uno pensar que el bueno de William Shakespeare llegó a leer el texto de Romeo y Julieta, basándose también en aquellos desventurados amores de Píramo y Tisbe en los que a buen seguro el bachiller de Rojas también se fijó.
Fernando de Rojas y lo adaptó para su

La congoja de Pleberio y Alisa quedó como uno de los grandes momentos que Atalaya hizo el pasado viernes de La Celestina en el Teatro Moderno. Un pasaje breve, pero tremendamente trágico y emotivo. Acompañado de un cenital que ensombrecía aún más el texto, Pleberio se cuestionaba lo pertinente de la vida una vez que lo más querido había desaparecido. El valle de lágrimas por el que transcurre nuestra vida...

La adaptación de Ricardo Iniesta tuvo un inicio brillante, fulgurante, dinámico. Un proemio vocal por parte del elenco que antecedió a una primera hora muy destacada en todos los aspectos. Especialmente reseñable fue el atrezo que posibilitó mil y una opciones para los actores y que se convirtió en herramienta de narración indispensable. Unas estructuras metálicas fácilmente movibles por los intérpretes para configurar los distintos escenarios de la obra y que apenas restaban espacio, geometría y volumen al montaje. Actuaciones poderosas por parte de los actores, bien metidos en sus personas literarias, siendo de destacar unos grandes Sempromio y Pármeno, así como una Celestina que se mostró juguetona y arpía a partes iguales.

Sin embargo el ritmo del montaje decayó en un punto capital de la obra: el asesinato de Celestina. Momento de clímax, justamente cuando la obra tiene que ir como un tiro hasta el final, el montaje perdió rush, dejó de tener la frescura mantenida en la primera parte del montaje y tan solo momentos puntuales levantaron el interés del público asistente, tales como el reseñado de la intervención de Pleberio ya al final del espectáculo. Problema de fondo que lastra una función por lo demás modélica, donde la música y el componente vocal (esos interludios donde los actores cantaban composiciones propias) fue una destacada y bellísima aportación que hace ganar enteros al espectáculo.

Y todo ello para que sepamos que aunque transitamos por un valle de lágrimas, aún queda esperanza en el ser humano.

Fotos: Paco López

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