lunes, 17 de noviembre de 2014

La crisis del teatro


La crisis económica es buena. Sí, sí. Nos ha hecho la vida más fácil porque ahora que nos hemos apretado tanto el cinturón hasta dejarlo sin agujerito para meter la hebilla, sabemos cuánto cuesta vivir. Ya lo decía aquel: "los ciudadanos han vivido por encima de sus posibilidades". Pues esas posibilidades se acabaron y gracias a la crisis hemos sabido vivir de otra forma.

Los medios de comunicación (que se supone que es donde uno se siente a gusto), también han ganado con la recesión, puesto que se han creado nuevas formas de hacer llegar mensajes a la gente e incluso con las redes sociales, se ha ganado en pluralismo. Hasta ha surgido un nuevo partido para acabar con la rancia política de siempre.

También la cultura ha salido bien parada. Podríamos contar la cantidad de libros, de discos, de películas, de poemas, de obras de teatro que han aparecido al calor de la crisis. Innumerables. Muchísimo material que sin penuria económica de por medio, no habríamos tenido el placer de degustar.

No me digan que no les gusta la crisis. ¿Que hay paro, desahucios y todo tipo de cosas tristes? Oiga, es que esas son cosas colaterales.

Pero a lo que iba. Cultura. Teatro. Por encima del lastimoso 21 por ciento de IVA cultural, el teatro sale bien parado en esta coyuntura porque surgen textos para denunciar a los verdaderos culpables del contexto socio-económico en el que vivimos. Obras como Los desheredados de la vida que tratan de ser un estilete en la visibilización de los responsables del hoyo en el que nos hayamos sumidos desde hace seis años. Seis largos años que dan para que empresarios de la construcción que antaño eran los reyes del mambo, hoy cojan la escoba para barrer un comedor social. Que dan para que una religiosa se rebele contra la injusticia de "su" Dios por no socorrer al necesitado. Que dan para que un inmigrante piense que la tierra prometida encerraba una promesa falsa. Que dan para que un policía encarne lo peor que surge en el español cuando no atamos los perros con longaniza.

Los desheredados de la vida, segundo montaje de Morraya Teatro (también con la autoría de Tomás Gutier), indaga en las razones de la crisis centrándose en cómo esta ha incidido en los más desprotegidos. Alegato contra los poderes fácticos que han socavado el Estado del Bienestar, la obra funciona bien como mensaje para navegantes, con un reparto en el que el protagonismo se cede a los dos actores con menos experiencia teatral (Juan Carlos Morales y Antonio Meléndez), ambos con una soltura y espontaneidad dignas de alabar. Esperanza Macías y Paco López secundan la función sin alharacas, sin aspavientos y dejando posos de realidad en sus encarnaciones.

Puede que la crisis, en el fondo, no sea tan buena, pero ya saben, busquémosle la parte positiva. Si aparecen denuncias contra los responsables, hagamos sitio y prestemos atención.

Foto: Estela Sánchez.

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