miércoles, 8 de octubre de 2014

Sancti Petri (I)

Llevo yendo a Sancti Petri toda mi vida. Siempre me he recordado allí. Siento que tengo alma de santipetreño aunque mi memoria solo alcance a recordar escombros y matorrales cercados por casi todas partes por lenguas de agua. El castillo imperante sobre el horizonte, la Punta del Boquerón y los barquitos del Náutico. El Levante y el Poniente y el sol... aunque a mi siempre me gustaron más los días nublados en la península.



Ahora está el equipo de Gobierno municipal de Chiclana (formado por el Partido Popular y el PVRE) ensoñando un futuro para Sancti Petri. Es lo que queremos todos, que haya futuro más allá del majestuoso Hércules que nos da la bienvenida al antiguo poblado almadrabero. Pero hay futuros distintos. Mientras el Gobierno municipal aspira a ver levantado el proyecto denominado Bosque Pesquero, la gran mayoría de chiclaneros no lo ve claro y opta por algo muy simple: mantener la esencia.

Me he decidido a escribir este artículo en este momento. Lo llevaba rumiando desde que volví a Chiclana hace dos años. El vivir fuera te da una perspectiva distinta de los avatares de tu pueblo y a mi me sirvió para alejarme, descansar de Chiclana pero, curiosamente, interesarme más vivamente por los temas de actualidad. Y Sancti Petri siempre ha estado ahí. También (y he de decirlo, y que me perdone la indiscreción) me ha llevado a escribir este artículo una interesante charla que mantuve a través de Facebook con Andrés Núñez, el número 2 del Gobierno local, representante político del PP al que tengo en alta estima, pero con el que no comparto ni ideología ni concepto sobre Sancti Petri. Pero para eso estamos, para dialogar. Agradecido pues a Andrés por su deferencia.

Cuando trabajaba en el Chiclana Información (que en paz descanse, qué gran periodismo se hacía en esa redacción), el tema de Sancti Petri fue casi siempre mio: que si los sucesivos dragados, que si planes de uso, que si ampliaciones de los pantalanes, que si problemas de pesca... Volví a Sancti Petri para trabajar y pude sentirme muy cercano a aquel trozo de tierra. Siempre he sido muy imaginativo y el haber estudiado Historia me proporcionó la posibilidad de transportarme a otras épocas. Y siempre me veía en el muelle santipetreño viendo a las embarcaciones llegar trayendo en las bodegas centenares de atunes. Era algo que me sobrecogía.

En esos años de periodismo, me empapé de la historia del poblado, sobre todo de su triste e inexplicable final. Dicen que comprendiendo el pasado, entiendes mejor el futuro. Así que empecé a hablar con gente que vive (literal y figuradamente) entre los caños del Almendral y el Chanarro. También empecé a leer todo lo habido y por haber que sobre la península se ha escrito y de ese proceso saqué interesantes conclusiones. Por ejemplo, de lo maravillado que me quedé al comprobar cómo se produjo el milagro de los panes y los peces -como diría nuestro amigo Chapa en su magnífico libro sobre Sancti Petri-, levantando una fecunda industria en torno a la almadraba que daba trabajo a los que vivían allí de forma permanente y a varios miles que venían de temporeros, a una clausura que me causó desazón al comprobar cómo el gobierno de la época (1973) fue el que provocó intencionadamente el cierre de la factoría del Consorcio Nacional Almadrabero en la península. La razón oficial: no había atunes, no pasaban. Sin embargo, este extremo era difícil de creer puesto que en su peregrinar desde las aguas del Atlántico Norte hasta llegar al Mediterráneo donde desova, el atún, donde vislumbra por primera vez tierra, es precisamente en Chiclana. Ejemplares había de sobra para seguir con la actividad, pero un oscuro interés especulativo ejerció de mecha para acabar con el proyecto almadrabero en  Chiclana. La población fue obligada a desalojar sus viviendas y Sancti Petri se cerró para después en una maniobra oscurantista, amparada por el tardofranquismo y a espaldas de la ciudadanía, malvender a una empresa de nombre... Sancti Petri, SA, todo el poblado. A partir de ahí, afectación de parte del terreno a cuenta de Defensa, litigios entre empresa fantasma, el Ministerio y el pueblo de Chiclana y 40 años de abandono por parte de las administraciones que han legado a la ciudadanía un poblado en ruinas.

Porque Sancti Petri, tal y como lo conocieron muchos chiclaneros, se pudo salvar, pero simple y llanamente, no se quiso. Hoy quedan atisbos de la grandeza del poblado y algunos locos como yo pensamos que puede ser el cimiento sobre el que se pueda levantar el futuro. Pero eso lo contaremos en la segunda parte...


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