lunes, 4 de agosto de 2014

Una habitación ya vista


Eh, que uno no va nunca con prejuicios al teatro. Menos el que suscribe, que para eso se sube de vez en cuando a las tablas. Pero los dioses ya venían barruntándolo: “Que vienen a actuar gente de la tele”; “Que se llenará el Teatro Moderno”; “Que la gente aplaudirá mucho”; “Que este es teatro del bueno”…

En efecto, todo eso se oyó el pasado miércoles antes de la representación de Love room, obra de Tirso Calero que interpretaban Guillermo Ortega (Aquí no hay quien viva, La que se avecina) y Lena Fernández (sustituyendo a la inicialmente prevista Paula Prendes, también rostro televisivo).

Decía que uno va al teatro sin hacerse juicios previos de valor, pero es que al final tiene uno que reconocer que a veces aciertan. Love room es una obra mil veces vista. Retrato de un chico y una chica –infieles a sus respectivas parejas-, que tras una noche loca, se ven repetidamente durante las semanas siguientes en una habitación de hotel. Y a partir de ahí, se lo pueden ustedes imaginar: “yo te quiero”, “yo también”, “hacia dónde va nuestra relación”, “no lo sé, no me atosigues”, “yo te dejo”, “no, por favor, no lo hagas”, “deja a tu mujer”, “no puedo”. ¡Ups! Perdón por los spoilers, pero así me pueden agradecer el hecho de no tener que pagar diez euros por ver la función porque para eso ya la he visto yo por ustedes y les puedo decir que es una habitación ya vista,… remedando a E.M. Forster.

Y es que Pretty woman ha hecho mucho daño,… la película, no el tema de Roy Orbison. Chico conoce chica, chico se enamora de chica, chico tiene problemas con la chica… salvo el happy ending, todo lo demás se cumple a rajatabla en una comedia romántica que tuvo pocos momentos acertados en escena. El humor se presumía, porque la gente respondía a los chascarrillos del personaje de Guillermo Ortega (un actor enfundado en su sempiterno papel de pánfilo), pero era un humor con muy pocas cargas de profundidad. Las relaciones de pareja (y si no que se lo digan a George Cuckor o a Danny de Vito en la maravillosa La guerra de los Rose), dan para sacar lo más bastardo y asqueroso del ser humano y en clave de humor, esa lucha de géneros puede ser gloriosa. Desgraciadamente, eso no ocurrió en Love room, que aunque bien escrita, peca de naïve, de ingenua, de quedarse en una superficie donde dar pie y no hundirse. ¿Éxito fácil? Pues sí, pero no hay riesgo y si en el teatro no hay riesgo, no hay magia.

Poco más que destacar en una obra que sí, que hay que programarla, pero que a buen seguro puede quedar ensombrecida por próximos montajes que pasarán por el Moderno. Por poner una notita más alta a esta función, la actuación de Lena Fernández, bien plantada, seria e intensa cuando la trama lo requería. Por lo demás, pueden ustedes volver a ver Pretty woman. Total para ver una cosa vista ya mil veces…

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