domingo, 11 de mayo de 2014

MIMBRES

Señoritooooo!


Entiendo que la cosa esta del vivir, del discurrir del espacio de tiempo que hay entre que naces y mueres, es un proceso evolutivo en el que a base de experiencias (malas, buenas, regulares, inanes, productivas, malogradas...) vas acumulando un saber que puedes aprovechar en mayor o menor medida.

Debo confesar que me gusta vivir para aprender. Poco sentido tendría mi vida si no aprovechara los estímulos exteriores que me llegan en forma de mensajes que me son de utilidad. Tenía esa sensación cuando estudiaba, cuando trabajaba y ahora que me he embarcado en una aventura de la que no puedo salir porque sinceramente, estoy enganchado. Es la cosa teatral, que me cogió allá por 2008 (antes, siempre fui buen espectador y lector teatral pero nunca me atreví a subirme a un escenario) y con un paréntesis demasiado largo, volví a retomar el año pasado... ¡y de qué forma!

Adicto al teatro. Menos mal que los resultados para la salud son beneficiosos a todos los niveles porque cuando a mi me gusta una cosa, no la suelto. Pero a lo que iba, que me disperso. Estaba con la cuestión de aprender. Siempre he sido una persona abierta a absorber todo conocimiento, y en cada montaje en el que he participado, he asimilado enseñanzas válidas que me han hecho prosperar en este mundo más de lo que yo, en un primer momento, había soñado. Pero los últimos tiempos estoy viviendo en una master class permanente... y gratuita, que en los tiempos que corren no viene mal.

Es un aprendizaje con el machete en la mano y el cuchillo en la boca, a tumba abierta, minimizando daños, recogiendo frutos por muy escasos que estos sean, sacándole jugo al tiempo y aprovechando todos los resortes que tengo ante mi. Ahora os dejo, pero os seguiré contando más cosas de ese aprendizaje y es que si el teatro es un trasunto de nuestras vidas, estoy viviendo plenamente. 

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