viernes, 16 de septiembre de 2011

DE IDA Y VUELTA


A
lgunos datos sobre el reaparecido Impuesto del Patrimonio que acaba de sacarse de la manga José Luis Rodríguez Zapatero a instancias de Alfredo Pérez Rubalcaba. En 2007 -último año de aplicación del impuesto antes de que el PSOE lo suspendiera alegando que recaía sobre las clases medias (¡)- declararon por ese tributo 981.498 personas, es decir, el 5,2 por ciento del total de contribuyentes de IRPF. De ellas, 94.066 personas declararon en los cuatro tramos más altos: más de un millón de euros. Y 143.530 en los más bajos: hasta 150.000 euros. Estaba obligado a presentar declaración todo aquel que tuviera un patrimonio superior a 601.000 euros o un patrimonio neto (la diferencia entre el valor de los bienes y el de las deudas) superior a 108.000.

El Estado ingresó aquel último año 2.121 millones por patrimonio. De ese total, 1.527 millones los pagó el 9,6 por ciento de los contribuyentes (los que declaraban más de un millón). La mitad declaró menos de 300.000 euros, y aportó el cuatro por ciento de lo recaudado. Esos pagaron 176 euros de media; los patrimonios de entre uno y 2,5 millones, 8.330 euros; y quien declaró más de diez millones pagó, de media, 169.000 euros.

Tras suspender el impuesto, el Gobierno compensó a las comunidades transfiriéndoles cada año un monto (similar a lo que han dejado de recaudar) que sale ahora de la recaudación general.

En resumidas cuentas, Zapatero eliminó un tributo que ingresaba líquido en las flacas arcas estatales y por contra, para compensar a las regiones, les cedía una cantidad de la caja común. ¿Dónde está la genialidad de esa idea?

Quizás el fatum, el destino cruel, cogió de nuevo con el pie cambiado a un Zapatero que pocos meses después vio como un banco estadounidense llamado Lehman Brothers quebraba... y todo se volvió oscuridad.

Foto: Efe.

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