viernes, 10 de junio de 2011

FUGA DE CEREBROS


H ace 30 o 40 años, el estancamiento económico de España, sobre todo en sus zonas rurales (que por aquel entonces, eran las que predominaban), hizo que se pusiera sobre la mesa una cuestión esencial: ¿Qué modelo económico quiere seguir España? Se impuso el llamado desarrollismo, ya saben, crecimiento rápido, fácil, endeudamiento exprés, pelotazos encubiertos por la dictadura, a veces cómplice de estas conductas... y el turismo. Se vendió como un éxito del franquismo, pero lo cierto es que de aquellos polvos, llegaron unos lodos que cristalizaron en una rotunda crisis económica a finales de los 70, de la que salimos a mediados de los 80, tras un plan de reconversión industrial que dejó tiritando a muchos sectores.

Otra salida que se produjo en ese modelo económico fue la emigración. Sí. Fuimos emigrantes, y aunque la idealizada imagen que nos transmitió el gran Juanito Valderrama en aquella película en la que hacía las maletas para ganarse la vida, distaba mucho de la que vivieron miles de españoles, puede servir de punto de partida de lo que experimentaron muchos de nuestros familiares, porque ¿quién no conoce a alguien que tuvo que hacer la maleta e irse a trabajar a Francia, Suiza o Alemania?

En aquella época se iba la mano de obra del campo en busca de ser otra pieza más en alguna cadena de montaje. Se forjaron allí grandes especialistas que casi nunca volvieron para invertir esas capacidades en la industria patria. Hoy también se produce un éxodo de españoles al extranjero. No es ni mucho menos, tan numeroso como el producido hace unas décadas, ni tampoco son jornaleros los que se marcha. Ahora países como Alemania (que poco cambian las cosas, ¿no?) precisa de ingenieros, informáticos, médicos, programadores... técnicos ampliamente cualificados para puestos de trabajo de gran responsabilidad y ampliamente remunerados. Alemania como el gran maná. Fuga de cerebros sin billete de retorno. En Albacete, 76 jóvenes pusieron tierra de por medio y se han marchado a otros países donde su cualificación y su experiencia es más valorada. Pero cabe preguntarse si en pleno debate sobre cambio de modelo productivo, de incentivos a la I-D-i, y con un progreso constante en las tecnologías derivadas de las energías renovables y de la Sociedad del Conocimiento (un amplio semillero de profesionales), es aconsejable que muchos jóvenes que podrían perfectamente trabajar aquí, se marchen a favorecer las economías de nuestros competidores.

¿Qué falla entonces? Lo de siempre. Buenas intenciones, buenas palabras, pero nula determinación política y escasa financiación para invertir en estos campos. Si no cambiamos el chip, la emigración de ahora nos va a hacer más daño a la larga puesto que no dispondremos de personal idóneo para realizar estas tareas. ¿Estamos dispuestos a ficharlos del extranjero?

Foto: swotti.com

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