lunes, 2 de mayo de 2011

LA MANIFESTACIÓN COMO ARMA


L
ejos queda aquel mayo del 68 parisino. Lejos quedan las barricadas, los lemas coreados al unísono y los gobiernos atemorizados por la ciudadanía. Mucho más lejos quedan los sucesos de Chicago por los que celebramos el Primero de Mayo como jornada señalada para los trabajadores. Lejos, muy lejos.

Lanzamos una pregunta. ¿Por qué en un país con cinco millones de parados no existe un estallido social contra la clase dirigente? Existen motivos más que de sobra, muchos más que en en el Chicago de 1887 o en el París de 1968, pero sin embargo, la atonía social es el denominador común de nuestros tiempos. Las manifestaciones ya no son lo que eran, no se ven como un arma, no es una acción que provoque una reacción, sino todo lo contrario.

El mundo y España han cambiado. Ya no hablamos en clave de patronos y obreros, sino de ciudadanos de primera o de segunda, o simpatizantes (cuando no militantes), de izquierda o de derecha. La desideologización juega también en contra de los movimientos de protesta como éste del Primero de Mayo, que de jornada reivindicativa se ha tornado en jornada repetitiva, y si no, acudan a la hemeroteca. Sólo cambian la cifra de parados y el nombre sobre el que se concentran todas las críticas.

Además, tenemos miedo de perder el Estado del Bienestar. Ya no se lanzan consignas para reclamar derechos de los trabajadores (quedan muchos por conseguir, entre ellos que 4,9 millones de españoles tengan un puesto de trabajo), sino que lo que “corre peligro” es el Estado del Bienestar, nuestra sociedad basada en el consumo. No podemos perder ese estatus. Esto se relaciona con el conformismo social. No se protesta porque no se cree en que los políticos puedan encontrar soluciones. Ni siquiera se cree en que escuchen al pueblo.

Pero gran parte de responsabilidad en este desencanto social la tienen los propios sindicatos, perdidos en un ombliguismo peligroso, en una endogamia que ha dejado de lado a la clase obrera. Con estas premisas es normal que la ciudadanía no se vea representada en los sindicatos. No es algo exclusivo de España, pero aquí algunos se lo tienen que hacer ver.

Foto: actuallynotes.com

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