viernes, 15 de abril de 2011

UNA CUESTIÓN DE IMAGEN


H
ace unos meses un periodista de The Guardian se preguntaba por qué empresas españolas que triunfan en otros países, suscribiendo contratos provechosos y ampliando sus líneas de negocio, son incapaces de generar empleo en cantidad y con calidad en España. Ponían los ejemplos de Gamesa o Indra, puntales en los campos de las energías alternativas y la computación, pero que al parecer tienen mejor “marca” más allá de los Pirineos.

El caso de otras marcas españolas exportadas al exterior como Inditex, Mango, Santander o BBVA es distinto. Están en todo el mundo, sus planes de expansión, a pesar de la crisis, no cesan de crecer, y en suelo patrio, son una referencia de cierto empleo estable y de calidad. Todas ellas son sinónimo de triunfo, de éxito, incluso algunas de ellas, sacando tajada de esta crisis leonina que no quiere abandonarnos por muchos planes de ajustes que se pongan sobre la mesa. Algunas de estas compañías con amplia presencia internacional forjaron su actual status en mitad de otra crisis, la que sacudió a España después de los fastos del 92. El Santander y el BBVA salieron fortalecidos de aquella situación y sobre las cenizas de aquel sistema financiero (recuerden el caso Banesto), construyeron la proyección de la que disfrutan en la actualidad, siendo de los bancos más importantes de Europa y del mundo. La penetración de empresas españolas en mercados exteriores ha sido una tarea bien planificada. Nada se ha dejado a la improvisación y es cierto que el trabajo de estas grandes enseñas, ha potenciado aún más la marca España.

El pero que se le puede encontrar a esta internacionalización de empresas de nuestro país es doble. Primero, ha llegado tarde. A finales de los 90 y sobre todo en la década pasada, es cuando marcas como Zara (compañía que está presente en los principales mercados mundiales, incluidos los más apetitosos, los de los países con economías emergentes), lanzan sus redes hacia clientes potenciales más allá de nuestras fronteras. Lo que en otros ámbitos se hizo 20 o 30 años antes, en España hubo que esperar demasiado, y eso cuando la competencia es feroz, no es buena noticia.

Por otro lado, siendo buena propaganda la que de España se hace a través de estas marcas, la imagen que queda del país en otras esferas es el del 20 por ciento de paro, las sospechas sobre un rescate financiero, una cultura subordinada a un ladrillo “mortal”, y pocos recursos para confiar en el despegue del crecimiento económico. Está claro que lo que en otros países funcionan (la identificación de cultura empresarial con el carácter de un país), en España no nos suena demasiado.

Foto: viajes.net

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