martes, 25 de enero de 2011

LOS OLVIDADOS


C
asi 13.000 personas de otras nacionalidades, casi un centenar si la memoria no me falla, es el número de inmigrantes que viven actualmente en Albacete. Sobre una población cercana a los 170.000 habitantes, diría yo que es un tanto por ciento considerable como para poner nuestra atención (tan sólo un momento, hagan el favor) sobre un colectivo que ha sido objeto de inquinas desde muy diversos frentes. El miedo a "lo desconocido" apunta en una sóla dirección: cuando hay problemas, la inmigración (sobre todo, la mal llamada "ilegal"), se va a llevar todos los palos. Y ahora estamos en problemas, con una crisis económica de la que no sabemos salir. Traduciendo... menos trabajo, más inmigrantes, más competencia, y esas miradas.

En España no hemos tenido los problemas surgidos en países de nuestro entorno como Francia, donde Sarkozy, con la vergonzante connivencia de la Unión Europea, ha contravenido las reglas del juego (el marido de la Bruni se ha cargado el acuerdo de libre circulación de personas en países del ámbito comunitario), expulsando a gitanos rumanos y búlgaros. En España no hemos tenido ese problema... de momento, porque en cualquier momento puede saltar la chispa.

Albacete, como casi todas las ciudades, ha tenido problemas con esa inmigración que en determinados momentos ha llegado en aluvión a la ciudad. De hecho, que existan campamentos como La Dehesa dan la razón a este argumento. El que fuera cerrado (temporalmente), también denota que las herramientas para tratar este asunto son insuficientes, y el que durante unos cuantos meses, el Parque Lineal se convirtiera en campamento improvisado, es otro apunte más que nos debe hacer despertar sobre el "sueño español", ese en el que parecía fluir las oportunidades (vulgo dinero), al calor del desarrollismo de pies de barro de los años precedentes.

El Ayuntamiento parece que se pone manos a la obra con la Mesa de la Inmigración y un plan municipal que debe servir para establecer un escenario realista de la situación. Posteriormente, tienen que llegar las acciones a desarrollar. Acciones resolutivas y no paliativas, porque un campamento de refugiados no es una solución, por mucho que una asociación asistencial se haga cargo de ella. O sea, dar una caña y no el pescado.

No es pecata minuta. La crisis sigue estando ahí. Acechando. Si de verdad Albacete quiere seguir ostentando el título de ciudad participativa, abierta, tiene que ocuparse de aquellos olvidados de la crisis. De aquellos que también la sufren. De aquellos que se ponen en las estadísticas buenas (ya saben, eso de que los inmigrantes ayudan a crear riqueza y a rejuvenecer la población), pero que cuando vienen mal dadas, se colocan en la fila de los "números rojos". A ver qué hacemos.

Foto: marygodiva.blogspot.com

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