miércoles, 19 de enero de 2011

EPIDEMIOLOGÍA URBANA Y ALARMISMO


C
on la salud no se juega, y cuando todas las alarmas saltan de vez en cuando (recuerden sino, la gripe aviar, la peste porcina o la dichosa Gripe A), todos buscamos culpables, o por lo menos, razones que nos expliquen ese alarmismo que cunde entre la sociedad.

Rara es la ciudad donde la polémica por las antenas de telefonía móvil no haya copado titulares durante un tiempo. La sospecha de que podían estar detrás de una tasa elevada de diversos tipos de cáncer, las había puesto en el punto de mira. Algunas ciudades optaron por encargar estudios epidemiológicos para arrojar luz sobre la cuestión, mientras los vecinos se ponían en pie de guerra pidiendo su eliminación.

Pero la ciencia ha hablado. Está claro que en el mundo tan tecnificado en el que vivimos, raro es el aparato que usamos habitualmente que no desprenda algún tipo de radiación o de onda electromagnética, por pequeña que éstas sean. La Universidad de Castilla-La Mancha ha puesto en marcha un estudio para dictaminar si esos niveles de difusión de la radiación son nocivos para la salud de los vecinos, y la conclusión es bastante clara: no hay peligro alguno; los niveles están muy por debajo de lo aconsejable y las disfunciones de salud no pueden ser achacables ni a antenas ni a otros dispositivos. ¿Se acaba aquí el debate? Creemos que no.

Si bien es cierto que los niveles de radiación no son lo suficientemente elevados como para producir una pandemia de cáncer en una zona determinada, tampoco podemos creer que la casualidad ha sido la que ha provocado este aumento del número de enfermos. Es momento, pues, de que las autoridades sanitarias busquen las explicaciones pertinentes.
En cuanto a las antena que coronan algunos edificios de nuestras ciudades parece que seguirán ahí. Lo ideal sería que estuvieran en mitad del campo, alejadas de las ciudades, pero claro, las conexiones por móvil no serían tan eficientes, ni la cobertura tan amplia. Pensemos en que un simple telefono móvil que llevemos en el bolsillo también emite radiaciones... y no nos quejamos por ello.

Foto: Pablo Lorente.

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