viernes, 31 de diciembre de 2010

LA MONTAÑA RUSA DE TODO UN AÑO


L
o pasado, pasado está. Han transcurrido doce meses, 365 días, muchas horas. El 2010 acaba y para las hemerotecas quedan palabras ligadas a él: crisis, pobreza, paro, déficit, tragedia, pero también otras como recuperación, esperanza, campeones... Un nuevo año que envejece y uno que está por llegar. Será tiempo de hablar de la ansiada recuperación, de elecciones, de propuestas, de trabajo (esperemos, lo deseamos de verdad).

Los fines de año son tiempo de balances. Echamos la vista atrás para recordar lo que hemos hecho, lo que hemos sido, lo que hemos sufrido. Estamos, lamentablemente, acostumbrados a que en el recuento de noticias, las malas pesen más que las buenas. Es descorazonador ver como la tragedia “come” titulares, mientras que las buenas nuevas escasean. Quizás por eso nos alegramos tanto cuando algo bueno nos pasa.

En cuanto a Albacete, ha sido un año de transición, marcado desgraciadamente por la crisis económica. La ciudad lo ha sufrido, quizá menos que otras capitales de similar tamaño, pero también ha vivido acongojada por un nulo crecimiento económico que ha hecho engrosar, de más, las listas del paro. El paro, esa otra gran tragedia humana que deja zaheridos a más de cuatro millones de españoles, y lo que es peor... a sus familias.

Sin embargo, Albacete debe alegrarse de hitos importantes. Su dinamismo social hace que sean múltiples las iniciativas llevadas a cabo. El Plan de Barrios (y otras acciones de similar calado), apuntan en la dirección de mejorar sensiblemente la calidad de vida de los ciudadanos. La llegada del AVE tiene que ser motivo de alegría por cuanto de cohesión y conexión territorial tiene. La creación de riqueza está asegurada, a pesar de ciertos agoreros que veían descarrilado el tren antes de partir.
Ese dinamismo del que hace gala la ciudad, ayuda también a que el asociacionismo que exhibe sea uno de los valores intrínsecos que hace de Albacete, un sitio con razones para creer en la participación de la sociedad en la vida pública. En estos tiempos de escasos valores, ésto debe tener su recompensa.

Otro apunte esencial del año ha sido el III Centenario de la Confirmación como feria franca de la Septembrina. Llegó el ansiado momento, se sigue celebrando aún, y los albaceteños respondieron como sólo ellos saben hacerlo. Son ellos, los ciudadanos, los que hacen Feria. Son ellos los que han conseguido dar lustre a nuestra mayor fiesta. Y ellos son los que deben sentirse recompensados.

Ha sido difícil. Este año, decimos. Esperemos que 2011, que tendrá también sus vaivenes y sus complicaciones, vea cumplidos nuestros más fervientes deseos: empleo, crecimiento, una digna lid política en busca del sillón de Alcaldía y que quien salga vencedor, sepa corresponder a los albaceteños como se merecen. La ciudad así lo espera.

Foto: El Pueblo.

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