viernes, 20 de agosto de 2010

A LA AVENTURA

N
unca me ha gustado subir a los sitios altos. No comprenderé nunca la irresistible (para algunos) o irresponsable (para mi) inclinación del ser humano por subir a sitios altos. Que vamos de visita a tal ciudad,... subiremos a la torre más alta: ¿para qué? Para ver la vistas... no lo comprendo.

Tampoco me gusta experimentar eso que algunos llaman un “subidón de adrenalina”. Mi adrenalina, mejor quietecita, en su sitio, sin descontrolarse, ni volverse loca por despeñarse por un barranco, tirarse en paracaídas, hacer rafting, trekking, puenting, snowboarding, surfing... y otras miles de cosas peligrosas acabadas en -ing.



Nunca he comprendido que cuando alguien está de vacaciones le guste jugarse el cuello buscando “la aventura”, porque para mi y para muchos como yo, las vacaciones son sinónimos de descanso, de recargar pilas, de desconectar, aunque probablemente para muchos esas “aventuras” también signifiquen el descanso que todos nos merecemos.

Sin embargo, cuando se ponen en peligro vidas humanas, como ha ocurrido esta semana en la Cachemira hindú, donde lluvias torrenciales han provocado una gran catástrofe en la zona y de paso, han instalado la incertidumbre y el pesar en muchas familias españolas que tenían a sus parientes en la zona buscando la “aventura”, ese plan de vacaciones empieza a parecerse más a un suicidio que a un periodo de descanso.

Afortunadamente, empezamos a conocer noticias sobre los desaparecidos. Falta por saber qué es de Lourdes Morro, una de estas personas que quiso buscar otro ambiente en sus vacaciones y que se ha encontrado de lleno con una catástrofe de impredecibles consecuencias. Ojalá tengamos noticias positivas sobre su estado, pero en muchas ocasiones, ir a un país lejano en el que las condiciones de seguridad no son las mejores y en el que se sabe que pronto se puede quedar uno ilocalizable, resulta un juego demasiado peligroso... Y es que a mi los juegos peligrosos tampoco me gustan.

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