domingo, 6 de diciembre de 2009

AMSTERDAM: ALGO MÁS QUE PECADO




H
eldhaftig, vastberaden, barmhartig” (“Valiente, decidida, misericordiosa”). Amsterdam está marcada por su historia reciente. Tras la invasión nazi en la Segunda Guerra Mundial, le fue otorgado ese lema que resume el carácter del que vive en la capital. Curtidos, pero abiertos; liberales, pero orgullosos de las tradiciones. Holanda es diferente y Amsterdam es el reflejo de la personalidad neerlandesa.

De Amstedam se ha dicho de todo: ciudad permisiva, del pecado, de los fumetas, de las bicicletas, del mercado de pulgas y de las flores. Pero bajo esta urbe, una de las más animadas de toda Europa, se esconde una pulsión por la vida impresionante que por ejemplo, el Día de la Reina (el 30 de abril), se desparrama por todos sus rincones. La gente sale a la calle a vender lo que no le sirve. El manto naranja (el color nacional), lo invade todo y denota que esta ciudad es la más mediterránea de las no mediterráneas.

Como toda ciudad abierta al mar, Amsterdam refleja el espíritu abierto de sus habitantes. Como por arte de magia, esa visión del mundo aperturista, se transmite no sólo al resto del país sino también al visitante. Amsterdam es acogedora por naturaleza y contiene suficientes atractivos como para dedicarle un artículo como éste. Pero, ¿qué les parece si nos damos una vuelta por la capital holandesa?

El paseo puede iniciarse en Centraal Station, la puerta de acceso terrestre a la ciudad. A pocos pasos de allí se ubica la ciudad más acuática, el último barrio de moda en Amsterdam. Oosterdokseiland, o isla de las dársenas del este, es un proyecto que servirá para ampliar el territorio metropolitano. Concluirá con la mayor biblioteca pública de Holanda, un conservatorio de música, hoteles, restaurantes y viviendas de arquitectos de primerísima fila. A pesar de estar en crecimiento, la zona del puerto suscita suficiente interés para atraer la atención del viajero. Un conjunto de pasarelas sobre el agua conducen al contemporáneo Stedelijk Museum, al Club 11, restaurante de día y bar de copas de noche, y al Nemo, un museo de la ciencia rodeado de agua.

La plaza Dam es nuestra siguiente parada. Contiene la esencia de Amsterdam, aunque a ella no llega el agua. Es el corazón peatonal y el mejor ejemplo de la convivencia entre viandantes, tranvías y bicicletas. Agua, bicicletas... Casi sinónimos de lo que es esta ciudad. Por un lado, no se puede comprender la historia de esta capital sin su relación de amor-odio con el agua. Casi la mitad de su superficie ha sido ganada al mar. Con eso está dicho todo. La bici... bueno, para comprenderlo es mejor ir allí y vivir esa... cultura.

Ahora vámonos de museos. El Van Gogh (en Paulus Potterstraat, 7), alberga la más amplia colección de obras del pintor holandés, lo que lo convierte en un lugar de visita imprescindible. Muy cerca, también en el entorno del Museumplein, hay otra pinacoteca fundamental, el neogótico Rijksmuseum. Otra cita curiosa la tenemos en el barrio judío, un distrito que contaba con más de 100.000 habitantes antes de la Segunda Guerra Mundial. Casi todos fueron deportados, y la mayoría, asesinados. Hoy, resisten varios templos restaurados como la Gran Sinagoga -paradójicamente, la más pequeña y antigua-, arrasada por los nazis y restaurada para acoger la sede del Museo Judío.

Los amantes de los paseos puramente turísticos (y quizás rutinarios, aunque no por ello, dejen de ser interesantes), pueden pasarse por la Casa de Ana Frank (en la calle Prinsengracht), ver la belleza de Amsterdam desde los canales en alguno de los múltiples cruceros que existen o tumbarse en el césped del impresionante Vondelpark.

Clubs y bares
Una vez alimentado el espíritu, hagamos lo propio con goces más terrenales. No. No nos vamos a ir al Barrio Rojo, porque eso ya sería caer demasiado en el topicazo. ¿Para qué? El avezado lector ya sabe lo que es y lo que se va a encontrar allí. Mejor cultivemos la cultura club. En Amsterdam tenemos un buen número de ellos (Hotel Arena, Escape, Powerzone, Supperclub, Chemistry, Melkweg, Paradiso, Panama o Club 11), donde asistir a incesantes sesiones de trance o progressive, pasando por el mejor rock de la escena independiente.

Si quieren bares algo más “normalitos”, no dejen de pasarse por Rembrandtplein y Leidseplein, auténtico centro de la vida social de la capital junto a la histórica plaza Dam. Si están esperando a que les hable de los coffe shops... sí, existen, y sí hay permisividad con las drogas... pero no se crean todo lo que cuentan. Cerca de Leidseplein se encuentran algunos de los de más solera. Pero un consejo: visitar Amsterdam es un auténtico placer para los sentidos. Si van a un coffe, por favor, no se pasen.

2 comentarios:

Alfonso Piñeiro dijo...

Es realmente difícil aportar algo nuevo a la crónica de viajes. También lo es la manera de presentarla. Reconociendo el intento en lo primero, no queda más que descubrirse ante la evidencia del logro en lo segundo. Tus palabras iniciales abren el apetito. Y el plato, aunque ya sabido, entra sin parón entre cucharada y cucharada.

Miguel A. dijo...

Mira que me ha llevado dos visitas a Amsterdam para reunir todos los ingredientes... Oye, pero yo encantado por cómo ha salido el plato...