lunes, 30 de noviembre de 2009

EL NIDO DEL CUCO SIGUE AHÍ


S
alí con mal cuerpo del cine el día que fui a ver Celda 211. Pensar que un suceso como un motín bestial como el que se reproduce en la película de Daniel Monzón pueda suceder en algún centro penitenciario español, sinceramente da escalofríos. Pero indagando un poco, no es descabellado pensar que ocurra en un futuro porque los ingredientes están en la cazuela: masificación, más connotaciones de represión que de reinserción, problemas en los internos derivados de las drogodependencias y de enfermedades mentales...

Un par de días antes se celebraban en Albacete las XIII Jornadas Prisión y Sociedad cuyo tema central era la situación de los enfermos mentales en prisión. No sé si sabrán que en España sólo quedan tres psiquiátricos penitenciarios. Tres para todo el país. Durante años, los sucesivos gobiernos han intentado soltar lastre centralizando en esos tres centros (Sevilla, Alicante y Barcelona), los casos de enfermos mentales que tienen que estar presos por la comisión de delitos.

A pesar de la insuficiencia de medios (algo en lo que se ha mejorado en los últimos años, eso es cierto), los responsables de estos centros hospitalarios buscan las formas para intentar que los internos puedan tener un nexo de unión con una sociedad que les ha dado la espalda. Para ello se han puesto en marcha multitud de programas de reinserción. Algo sensacional a primera vista, pero dudo seriamente que todos ellos lleguen a buen puerto. Loable es que los profesionales al cargo de estos centros dispongan de recursos para tratar de normalizar (de eso se trata en definitiva), la vida de estos reclusos especiales.

Importantes y preocupantes fueron los datos arrojados en las Jornadas sobre los delitos cometidos bajo los efectos de las drogas y su influjo en las cárceles y psiquiátricos penitenciarios. Las toxicomanías siguen presidiendo el día a día de estas instalaciones y aún no se ha dado en la tecla para eliminar esta lacra. Sin embargo, el cambio debe empezar por uno mismo. Si la sociedad en pleno empieza a comprender las circunstancias de quien comete un delito y presta su apoyo para una verdadera reinserción, habremos puesto la primera piedra de este descomunal proyecto. Pero de momento, ocurre lo contrario.

Por fortuna, los profesionales que trabajan en psiquiátricos penitenciarios sí tienen en su haber el logro de haber desterrado la imagen de estos hospitales como centro de reclusión de locos, de psicópatas, por otra mucho más precisa donde se busca dignificarlos como personas. Terminando cinéfilo tal y como empecé, que no haya más gente volando por encima del nido del cuco.

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