martes, 29 de septiembre de 2009

BUSCANDO EN EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS

L
a escena se repite. Brando, Hanks, Douglas, De Niro. Todos en el frente. Todos en una batalla que no iba con ellos pero en las que se tuvieron que implicar... Bueno, ellos no, sus personajes. Pero da igual, porque escenas como el desembarco en las playas de Normandía al inicio de Salvar al soldado Ryan, el ataque a la aldea del Viet Cong en Apocalypse now, el juego infernal de la ruleta rusa en El cazador o la vida en las trincheras de Senderos de gloria, nos ofrecen una visión sin complejos de ese acto (in)humano que es la guerra, algo tan “nuestro” que nos acompaña desde el comienzo de los días. Desde que somos lo que somos, siempre hemos buscado nuestro particular casus belli para ostiarnos de lo lindo con otros semejantes. Da igual que el razonamiento más o menos claro sea una frontera, unos ideales, una creencia religiosa, o incluso el fútbol (que para eso, guerras ha habido de todas clases), pero el trasfondo siempre es el mismo: el instinto asesino del mayor depredador que existe: nosotros.



Ya lo dijo Coppola después de dejarse la piel (y casi la vida), en la selva filipina donde filmó Apocalypse now: “Esto no es una película sobre el Vietnam. Es Vietnam”. Tenía mucha razón el director italoamericano puesto que se empeñó en que toda la locura del acto bélico se plasmara en fotogramas.
Hay realizadores que tienen el pulso y la sabiduría cinematográfica suficiente como para meternos de lleno en el combate, aún a sabiendas que lo que vemos es una ficción con tintes neorrealistas. Coppola lo consiguió. Otro de ellos fue Kubrick con su magnífico trabajo en Senderos de gloria, donde exploraba los terrenos (difusos) de la valentía y la cobardía. Esos travellings inversos recorriendo las trincheras y acompañando a Kirk Douglas nos inducen a pensar que dentro de una guerra puede haber lugar para cierto tipo de belleza (aunque en este caso sea cinematográfica).



Belleza no, pero estremecimiento es lo que uno puede sentir al acercarse a una obra como Salvar al soldado Ryan. Por muchas críticas que puedan hacérsele (patriotismo, sensiblería), la película de Spielberg es un acercamiento extremadamente realista al Día D. El cineasta toma prestado el traje de Robert Capa y se mete con los soldados en la playa. Tragamos agua salada y nos escupen arena a la cara, mientras intentamos cargar con toda la impedimenta y llegar a posiciones defensivas. Los balazos resuenan a nuestro alrededor y la sangre brota a discreción. Media hora después (lo único que le falta a Spielberg es rodarlo todo en tiempo real para llegar a una experiencia plena y dolorosa de este episodio bélico), empezamos a recuperar el resuello que nos ha quitado una de las más impactantes escenas bélicas de la historia del cine. Con justo merecimiento, Salvar al soldado Ryan se coloca entre lo mejorcito de este tipo de cine y el genio de Spielberg vuelve a remover conciencias como ya hiciera con otros trabajos anteriores caso de La lista de Schindler.



Cine y guerra. Un filón inagotable que seguirá dando réditos en pantalla mientras sigan existiendo conflictos bélicos alrededor del mundo. Después de volver a ver Apocalypse now este pasado fin de semana, me tope con una lista de las 100 mejores películas bélicas de la historia... y me paré a pensar, porque la clasificación estaba hecha conforme a un orden cronológico de conflictos. ¡Cuánta maravilla sacada de tanta estupidez!, pensé. Lo único bueno que extraje fue que esas películas son ficción. Ojalá todo se redujera a eso, a una ficción en la que sólo lo pasamos mal durante las dos horas que dura la proyección. Ojalá la realidad fuera la que vemos en la pantalla y no la que tenemos que sufrir cada día en los telediarios. A todos nos iría mejor.

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