lunes, 22 de junio de 2009

LA JUVENTUD EMBOTELLADA


A
lguien dijo en cierta ocasión que bebía para hacer más interesantes a las personas. Ciertamente, en algunos momentos uno saca más y mejores conclusiones del prójimo tras verlo al amparo de los efluvios etílicos. Pero los vecinos de la zona más cercana al Parque Líneal probablemente no vieron para nada interesantes a las personas que se congregaron hace un par de noches. Fundamentalmente eran jóvenes de fiesta por haber acabado la Selectividad, un hecho que no vamos a negar que tenga su celebración, pero que cuando interrumpe el descanso ciudadano y se ceba en mobiliario urbano y zonas verdes, pasa de un acto festivo a la más absoluta demostración de falta de civismo.

El botellón, invento típicamente español, sigue siendo un problema latente para los ayuntamientos españoles. En los últimos años, como soluciones se han impuesto, por una parte, la prohibición más absoluta y por otra, el echar la vista hacia otro lado, opción de menor aceptación entre nuestros representantes municipales. Como vía intermedia y atribuyendo medidas paliativas al problema, se encuentran aquellos consistorios que optan por coger el toro por los cuernos y sentarse a hablar con todas las partes.

Cierto es que los vecinos tienen derecho al descanso. Obligación de los políticos es la de garantizarlo. Pero no menos cierto es que la juventud también tiene que divertirse. El problema es que a diferencia de lo que sucede en países de nuestro entorno, donde no se experimenta el botellón, la juventud española de principios de los 90 (iniciadora del fenómeno), salía a la calle y se encontraba sin alternativas. Bueno sí, sólo con una: beber; y como en los bares era caro, lo más normal era hacerlo en la calle. Los ayuntamientos deben optar por programas alternativos a esta forma de pasar el rato (y de paso amargárselo a otros). Ideas hay y muchas. Toca ahora ponerlas en marcha.

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