sábado, 4 de abril de 2009

TRABAJO SEGURO


P
arece que el goteo es constante. Una cifra más, una estadística que computar. Otra muerte, desgraciada muerte, en el tajo.

La ciudad lamentaba el fallecimiento de un trabajador en el polígono de Campollano tras caérsele encima una plancha de hormigón. Su hermano resultó herido en el mismo accidente. La tragedia se ha cebado una familia humilde que aún no da crédito a lo sucedido.

El problema ha sido suficientemente analizado, pero siguen existiendo graves negligencias por un lado, y excesivas carencias por otro para poder asegurar con toda certeza que en este país se cumple con la reglamentación concerniente a la prevención de riesgos laborales.

Cierto es que hemos avanzado gran parte del camino en los últimos años y que casi nos hemos emparejado con nuestros vecinos “más desarrollados” de la Unión Europea, pero ese “casi” es el que marca el límite en accidentes como el que se producía ayer. El límite entre la vida (se cae la plancha de hormigón, pero no pasa nada por cumplirse con los protocolos de seguridad pertinentes), y la muerte (lo que lamentablemente sucedió en Campollano).

El poner fin a estas desgracias en el tajo está en la mano de todos. Debe ser un esfuerzo conjunto, coordinado y tiene que ser aplicado con denodada insistencia y seriedad. Acabar con la malsana costumbre de ciertos trabajadores de relajar en determinadas circunstancias las medidas de seguridad y advertir a algunos empresarios que se “olvidan” de gastar parte de sus beneficios en formación preventiva de riesgos laborales a sus empleados, son dos notas en nuestro debe particular que deben ser eliminadas.

Finalmente, desde aquí nos sumamos al dolor de la familia dándoles nuestro más sentido pésame y deseando que nunca más tengamos que escribir editoriales como ésta.

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