martes, 24 de marzo de 2009

¿EN QUIÉN CONFIAMOS?

S
oy un producto de la educación pública. Educado (lo digo con todo el orgullo del mundo) en un colegio de barrio obrero donde no había distingos, ni clases sociales, ni un ego más subido que otro por que "mi papá es médico/abogado/empresario". El caso es que a mi ese modelo, con todas sus imperfecciones, sus dudas y sus defectos, me convence visto con la lejanía y la objetividad que dan los años. El tiempo pasó y el sistema educativo cambió. Creo que las sucesivas transformaciones en el sistema se han hecho para mejorar lo que ya era bueno. El problema es que aunque la teoría era acertada, la práctica (esto es, el dinero, la financiación, la inversión), ha fallado. Así tenemos hoy un sistema educativo sobre el que planean ciertas dudas, aunque no por ello nuestra confianza en lo público deba cambiar.

Existe una segunda vía para la formación de nuestros hijos. La enseñanza privada es totalmente respetable para el que quiera y pueda hacer uso de ella. Un control más personalizado, más comodidad y más medios son los baluartes sobre los que se asienta y es un modelo que con sus distintas variables triunfa en ciertos sectores de la población, normalmente los más pudientes. Sin embargo, hay que decir con toda claridad y sin acudir a la demagogia barata que el estado de lo público en España (hablemos de educación o de sanidad), responde a lo que un país instalado en el Estado del Bienestar ofrece, aunque vuelvo a reiterar que ambos sistemas tienen sus defectos que deben ser subsanados.

Una tercera opción es la enseñanza concertada, un híbrido que con disfraz de enseñanza privada, disfruta de fondos públicos para ofrecer ¿qué? ¿Los modos de formar de la privada? ¿La libertad de pensamiento de la pública? ¿De qué concertada hablamos? Lo normal es que un concertado reciba financiación pública para su normal funcionamiento y que la plantilla de profesores adscritos a este tipo de centros reciba sus retribuciones firmadas por la administración pública competente. El caso es que si la res pública aporta, ¿por qué no existe un control mayor del modo de hacer, educar y formar de estos colegios e institutos semi públicos o semi privados?

No son raros los casos de centros que mirando más sus propios intereses (normalmente económicos), se pasan por el arco del triunfo lo más importante, la materia prima con la que trabajan: los alumnos. De cara a la galería, funcionamiento de privado. De puertas para adentro, desatención, descontrol, desgobierno, desinterés. Esto ocurre aquí, al lado nuestro. ¿Dejaría usted, querido lector, a su hijo en estas manos? ¿Confiaría en este modelo? Personalmente yo no, pero cada uno es libre de hacer lo que quiera. De todas formas, no todo tiene esta pinta. Afortunadamente, también en la concertada trabajan gentes que adoran su profesión, que son verdaderos MAESTROS que luchan por mejorar esa materia prima con la que batallan cada día. Sin embargo, mucho pájaro de cuidado echa pestes de la educación pública, obviando que las condiciones de unos pocos no son las de la mayoría e ignorando que en muy pocos años hemos pasado de un sistema absolutamente autoritario y profundamente antidemocrático a hablar de conceptos como Educación para la Ciudadanía. España ha avanzado a pasos agigantados en estos asuntos, aunque a veces las prisas nos hayan jugado malas pasadas. Creo que es momento de apostar por la instrucción pública. Darle un voto de confianza es creer en que lo público, lo de todos, nos hace mejores.


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