viernes, 6 de marzo de 2009

EL FEIL (I): TORMENTA DE MILLONES


P
osts sobre el maravilloso, inconmensurable, egregio y excelente Fondo Estatal de Inversión Local (el FEIL para los amigos)...

Zapatero riega de millones los Ayuntamientos de nuestra España. Eso al menos es lo que parecía a primera vista después de la intervención del presidente en el Congreso donde puso sobre la mesa 11.000 millones de euros para paliar los efectos de la crisis. De ellos, 8.000 van a parar a las arcas de los municipios españoles, sedientos de financiación externa que contrarrestara el ahogo económico secular que sufren.

A Albacete, los dineros del Estado llegan como agua de mayo, sobre todo para poner una tirita en una herida sangrante que se cobraba parados a cada mes que pasaba. Es precisamente el desempleo, la cara más amarga de esta crisis que se quiere aliviar a golpe de talonario y de endeudamientos futuros, puesto que con este desembolso, las cuentas estatales sobrepasarán el tres por ciento que se impone como límite para no quebrantar la estabilidad presupuestaria.

Pero ante el riesgo del endeudamiento, hacía falta una clara apuesta del Gobierno por impulsar las frágiles economías de los ayuntamientos. Por mucho que haga, el poder municipal no se basta por sí sólo para luchar contra la desaceleración. Es por ello que con aportaciones más o menos suculentas por parte de La Moncloa, se puede trabajar en medidas concretas de fomento de la inversión pública (adecuación, rehabilitación y mejora de espacios públicos urbanos, promoción industrial, obras con coste no superior a cinco millones, etcétera), y de paso, que eso revierta en una disminución de las magras listas del paro.

Pero esta medida de ZP puede ser pan para hoy y hambre para mañana, si una vez superado el mal momento económico, no se sientan en torno a la misma mesa los ayuntamientos y el Estado, para obtener soluciones definidas y eficaces para sacar del atraso económico en el que se encuentran las arcas de los consistorios españoles. Treinta años después de la promulgación de la Constitución, es el poder municipal el que aún acusa las rémoras de un pasado franquista demasiado pesado.

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