viernes, 6 de febrero de 2009

SPRINGSTEEN ON THE RUN




V
aya por delante que el abajo firmante es fiel seguidor de la obra springsteeniana y absoluto fan de todo lo que hace el genio de New Jersey. Advertido el lector de lo que se puede encontrar en este artículo, entremos en materia. Y todo comenzó con un deseo. Bruce Springsteen quería ser Elvis Presley después de ver a éste en el programa de Ed Sullivan. Incluso dice la leyenda (bueno, lo dijo él mismo), que un día se coló en Graceland para ver a su ídolo.

Pasada la fiebre juvenil por El Rey, Bruce empezó a recopilar enseñanzas del rock primigenio y del rythm and blues para aportar a su música una sonoridad particular, un estilo Springsteen que otros muchos a lo largo de los últimos años han copiado (y si no, que nos lo cuente Carlos Goñi). Los primeros balbuceos musicales de Bruce sirvieron para experimentar, para buscar su sitio, para ver qué quería hacer. El sonido se endurecía. Quería cambiar las cosas, hacerlas a su manera, Quería ser novedoso sin triaicionar su herencia musical, pero pronto vio que necesitaba... amigos.

En un concierto en el Madison Square Garden de Nueva York en 1999, el Boss reconoció que no sería nada sin esos "amigos", sin su banda, sin su E Street Band con la que lleva tocando casi la totalidad de su carrera. Sin embargo, Bruce empezó en otras bandas que le sirvieron para comenzar a explotar sus virtudes como cantante, guitarrista y sobre todo letrista... bueno, mejor como cronista. Con The Castiles probó fortuna por primera vez de forma seria en esto de la música y empezó a curtirse como músico. Sin embargo, tras autoeditar su primer disco (Greetings from Asbury Park, NJ), el soporte de una banda de sonido impactante y de pura actitud rockera como la que le prestaba la E Street Band, surtió el efecto deseado. Por fin tenía la ayuda que necesitaba para consagrarse en esto de la música.

Pero aún tuvo que luchar contra ciertos prejuicios. Al fracaso comercial y de crítica de su primer album, se unió el empezar a ser conocido como heredero de Bob Dylan en cuanto al tipo de letras que escribía. Nada más lejos de la realidad. Springsteen se ha convertido en fiel cronista del otro lado del sueño americano, mientras que Dylan no ha tenido una conciencia tan apuntalada como el de New Jersey en este aspecto. Aunque eso sí, la crítica social está presente en sus letras, sobre todo en las de sus inicios.

Tras Greetings..., llegó un segundo intento algo más definido. The wild, the innocent and the E Street shuffle, es quizás el disco más importante en la carrera de Bruce. Sí, sí. Me explico. En caso de haber fracasado una vez más, su perfeccionista mente le habría hecho desistir, y sin embargo...

...En 1975 se obró el milagro. Tras un año de grabación, producción, retoques por acá y por allá, peleas con su representante y un difícil momento personal, Springsteen parió la que muchos consideran su más perfecta obra: Born to run, el disco de los perdedores, de los desgraciados, de los expulsados del sistema. Bruce les homenajeó, les dió cobijo, se puso en su piel. Curioso que un disco sobre algo tan "marginal" provoque el éxito instantáneo. Éxito de crítica, de público, gira en Europa por primera vez, grandes clásicos como Jungleland, Thunder Road, Tenth Avenue Freeze-Out o ese mágico Born to run ("Nena, perdedores como nosotros, nacimos para huir"), conforman la mezcla que todo músico quiere conquistar.

El éxito absoluto se vio refrendado con sus siguientes trabajos, pero Bruce no estaba a gusto. No quería perder de vista su misión. Deseaba reinventarse. Y a fe que lo ha hecho. En 1982 con Nebraska se vistió de cantautor intimista grabando esas canciones en un 8 pistas en su propia casa. En 1996, se sirvió de la obra de John Steinbeck para dar forma a ese formidable e incomprendido The ghost of Tom Joad (otra vez los perdedores, los que sólo tienen para probar esas amargas uvas de la ira); en 2005, buscó la introspección en textos duros y sonidos descarnados y sucios con Devils and dust.

Así es el Jefe. Duro, directo, comprometido, instigador, cómplice. Pero no quiero terminar este artículo sin recordar grandes momentos, como una interpretación en los 80 del Born to run en el estadio de los Yankees, o ese Tenth Avenue Freeze-Out del 99 en el Madison, o un Thunder road majestuoso en el Palau Sant Jordi de Barcelona en 2002. Bruce y sus chicos de la Calle E son lo que son gracias a un directo espectacular, agotador, espídico, arrebatador, divertido, electrizante... Puro rock en un artista que intenta conservar la claridad de ideas a pesar de haberse convertido en un icono del siglo XX (y del XXI), gracias a un aspecto que otros divos no tienen: la cercanía, el comportarse como un ciudadano más a pesar de estar en el Olimpo de los dioses rockeros. Sus seguidores seguiremos adorándole para seguir bailando en la oscuridad mientras a través de un túnel del amor, esperamos a alguien que como nosotros, hayamos nacido para correr. Ese es su legado.


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