jueves, 13 de octubre de 2016

La gloria y la muerte


(Foto: elpais.com).
Acaba de decir Leonard Cohen que siente la muerte de cerca. Que ya a sus 82 años, toca batirse en retirada y hacerlo con honores, porque el cuerpo no aguanta aunque la mente siga fluyendo. Tiene toda la razón el canadiense cuando la Parca acaba de arrebatarnos a Darío Fo, en el mismo día que a Bob Dylan le han otorgado (merecidamente) el Nobel de Literatura. Nobel por Nobel. Fo era el látigo contra el poder establecido, a menudo corrupto. Era la conciencia de clase. Era la alarma social hecha palabra, texto teatral, dramaturgia. Era el grito contra la opresión. Decía en este mismo sitio hace un tiempo que "mi pena al terminar la función (...), es sentirme pequeño, un don nadie ante la magna figura del señor Fo. Ahora envidio aún más el querer ser como él y lamento ser un pecador que no llega a ser suficiente creyente en su dogma teatral por simple incapacidad. Que Talía me coja confesado". Lo hacía al criticar un montaje de El secuestro de la banquera, uno de sus obras más celebradas y más certeras para diseccionar el oscuro neoliberalismo en el que nos hallamos aprisionados. Le echaremos de menos. Que la tierra te sea leve, Dario.

Nobel por Nobel. El señor Robert Allen Zimmerman habrá recibido la noticia de que al fin es el nuevo Nobel de Literatura, rebuscando entre discos antiguos para después poner alguna vetusta canción en su programa semanal de radio. Lo de ser Nobel está sobrevalorado, pero quizá el jurado ha hecho una jugada maestra. Concediéndole este galardón al genio de Duluth, puede que se preste más atención a un galardón que sinceramente, no sabemos en quién ha recaído en los últimos años. Quizá porque pocos premiados tenían el carisma y dejaron la impronta que Dylan y Fo sí son capaces de dejar.


No hay comentarios: